viernes, 16 de septiembre de 2011

CON LAS MANOS EN LA MASI (1). El melodrama de un tomate




            El personaje que hoy nos acompaña en nuestra cocina tilivisiva no es conocido. Es un tomate que habita en mi nevera. Se va arrugando y estropeando porque no se sabe qué hacer con él y cuando hace falta se esconde bajo una hoja de lechuga.

- ¡Hola tomate!

- Hola Elena Santonji.

- Sabes que en este programa culinario (qué palabra tan simpática) tan importante como cocinar es conocer la miga del personaje. Preséntate, para que vean nuestros tilividentes como eres por dentro, porque por fuera aparentas ser feo y bastante chuchurrido.

- ¡Ay!. Mi vida no ha sido fácil. Muy joven ya descubrí que no tenía raíces a la tierra, que mi mata se agarraba a una sustancia gelatinosa, inodora, ecológica y transpirable, pero no era tierra. Ni siquiera me guiaba una mala estrella, pues eran focos de bajo consumo los que provocaban artificialmente el crecimiento de la tomatera familiar. Me drogaron con sustancias psicotrópicas de lo más variado sólo para provocar mi crecimiento. Así llegué a la adolescencia siendo un tomate enorme adicto a las drogas. Por el sobrepeso caí de la tomatera muy joven, lo que provocó un picotazo en mi roja piel. La cicatriz avergonzaba al campesino y a cada uno de los veintitrés intermediarios que me comercializaron desde el invernadero hasta mi venta al por menor. Todos ellos me escondían al fondo de la caja, cabeza abajo, para que no se viera mi picotazo. Me llamaban gordo y feo. Me decían que nadie me querría comprar.

            De mis hermanos de tomatera poco sé. A uno de ellos lo despellejaron vivo y lo frieron con un poquito de pimentón. Lo metieron en el horno con un pollo de corral troceado en una cazuela de barro y lo dejaron tan chamuscadito que no parecía ni él. Hasta hicieron sopas de pan para arrebañarlo de la cazuela. Mi hermana acabó triturada en un cuenco de gazpacho, la majaron con un diente de ajo, con lo que eso se repite. La pobrecilla tembló en la nevera hasta ser devorada. A mi hermano pequeño lo torturaron en juliana, junto a un pimiento y una cebolla. Sirvió de pipirrana a un mejillón ¡el pobre que era alérgico al marisco!. Sabía también de unos familiares lejanos que vivían en Almería pero han acabado aún peor, en un vertedero alemán, tratados como vulgares pepinos infectados de E. coli.

            - ¡Pues menudo melodrama con tomate!. ¿A ver quién se come a éste ahora?

Foto de estudio (maquillado resulta más guapo)

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