- Joseph ¿Cuándo vas a cambiar las luces del salón? No quiero fluorescentes. Quiero una lámpara que proyecte su luz sobre la mesa, que deje este nuestro salón en penumbra, que de vez en cuando se mueva por la corriente o por algún cabezazo, para que parezca que estamos en un barco que zozobra en mitad de la tempestad, para que la sombra desfigure la expresión de nuestros rostros en una mueca trágica.
- Vale Mary, me llegó el sábado al Leroy Mirlin.
- ¡Dime algo solapado Joseph! Una frase bestial. Que remueva mis entrañas sin tan siquiera tocarme. Que demuestre algo tremendo, como por ejemplo que nuestra relación ha muerto, que no me quieres, que me quieres ver muerta, que me quieres pero me odias, que me odias pero me quieres. Dime una frase que se haga celebre, que sea confusa y contradictoria, que reúna la esencia del amor y del odio, del placer y el dolor, de la vida y la muerte.
- ¡Ay mi gordi! Hay que comprar cerveza.
(La pareja queda en silencio. Se escucha un perro que ladra zozofradamente, el sonido acolchado de una tilivisión que emite programas zozofra y mucho ruido de coches que zozobran en la calle mogollón)
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