Dicen que los programas cardíacos están de capa caída. Pues serán otros, los chabacanos. El nuestro va viento en popa, si se me permite la vulgar expresión. Imilibia, superándose a si mismo, nos trae hoy esta gran exclusiva. Pudo leer los labios de Paquirrín y su churri mientras charlaban relajadamente en el bingo. Para que después digan que los cursos de reinserción laboral para paparazzis de la tercera edad no valen para nada. Transcribimos el dialogo:
- Churri de Paquirrín (cuyo nombre no recuerdo y tampoco importa mucho): Gordi, escucho música compulsivamente. Más que disfrutarla me dedico a clasificarla. Es como si durante mi infancia, primera juventud y, sobre todo, en la adolescencia, hubiera creado en mi cabeza unos compartimientos estancos. Cada nueva música se mide por ese rasero. Puede ser mejor, peor o una evolución, pero siempre respecto a otra. Lo dicho Gordi, que más que disfrutar clasifico.
- Paquirrín: Me pasa otro tanto Cari. Curiosamente leí recientemente un artículo de Ignacio Juliá en Rockdelux.com sobre este particular. Decía que “En realidad, todos nos equivocamos, siempre, pues andamos por la vida apoyados en las muletas del prejuicio. Esto, lejos de solidificar nuestro ego como pretendemos, nos enroca aniquilando cualquier vestigio de sentido crítico, tan escaso bien en estos tiempos. Es más fácil, barato y conveniente afianzarse en lo conocido que mirar más allá o intentar ponerse en el punto de vista del otro; quizás por ello nos devuelva el espejo una imagen meridianamente invertida. La voluntad es quien dirige la inteligencia, así lo postuló Aldous Huxley, y cuando esta tiende a la vaga comodidad o sigue una agenda preestablecida, acaba armándose de parcialidades que sustenten los intereses personales, afanes que, huelga decirlo, no siempre son nobles. Algunos creen estar pensando cuando se limitan a reordenar y poner al día sus prejuicios, creencias anteriores a la observación cuando los juicios, certeros o errados, son consecuencia de esta. Decía Voltaire que los prejuicios “son la razón de los tontos” y apostillaba Rousseau que prefería “ser un hombre de paradojas que un hombre de prejuicios”.
- Churri de Paquirrín (cuyo nombre no recuerdo y tampoco importa mucho): ¡Cuánto me excitas intelectualmente Gordi!
- Paquirrín: ¡Y tú a mí Cari!. Por cierto ¿Aquel que está allí al fondo con los prismáticos no es el Imilibia?
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