...Me alegra esa pregunta. Para esta novela he decidido restringir el factor aleatorio, éste no ha jugado en la determinación del espacio-tiempo. Quería una novela cercana, no arriesgarme a la suerte de otra novela histórica o exótica.
Las cartas elegidas al azar para la protagonista dieron como resultado: “ama de casa” y “mendigo”. Por tanto, hube de construir su personalidad sobre dichos parámetros, como hago siempre.
He de recalcar que en mis novelas no hay sólo suerte, como se me reprocha por algún crítico malintencionado, también juega un importante papel la creatividad. Yo fui quien decidió que los parámetros aleatorios de la protagonista dieran lugar a una mendiga de instinto maternal (una especie de madre de los bajos fondos) y no a una señora con síndrome de Diógenes, que a priori le hubieran correspondido las mismas cartas.
Las cartas me obligaron a que el otro protagonista fuera “policía” y “alcohólico”. En un principio pensé que describían un alter ego enemigo de la mendiga pero al elegir sus objetos simbólico-personales (tarea para la que me sirvo habitualmente de páginas de diccionario abiertas al azar) el resultado fueron elementos de tipo sentimental, no violento: el policía tenía que ser de corazón noble.
Para el nudo de la novela el azar eligió la carta “corazón”, el amor movería pues la historia. Dado que según las cartas la mendiga y el policía eran de la misma generación no me quedaba otra, habrían de enamorarse. Normalmente la emotividad, las virtudes y defectos de los personajes los gradúo con tiradas de dados, también la intensidad de los problemas, los premios y las sorpresas. Me resulta de gran ayuda esta puntuación para concretar la evolución de la obra. Los conflictos a vida o muerte, o cualesquiera otros que sólo admitan dos opciones, los suelo jugar a cara o cruz con una moneda, lo que provoca esos desenlaces inesperados que tanto gustan a mis lectores.
Así, sucesivamente, el azar fue haciendo avanzar la historia, creando los personajes secundarios, las subtramas, los perfiles psicológicos, hasta el desenlace final, cuestiones en las que por supuesto no pienso entrar por tilivisión. Me gano la vida vendiendo libros. El que quiera conocer mis historias que las pague o que juegue sus propias cartas.
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