Es una
planta bastante sencilla, del montón digamos, de ritmo verde lento marcado, con
la única peculiaridad de un compás casi reggae. El tallo transcurre conforme a
los patrones habituales pop. Unas hojas con líneas de bajo concentran a trompicones las notas graves y respetan los silencios; además están
esas puntuales ramificaciones de órgano con sonoridad casi tropical. Llegado al
minuto veinte la planta cambia, en una primera escucha creemos haber
descubierto un mediocre estribillo, gran error, éste no irrumpe salvaje hasta el
minuto cuarenta, cuando, con el sonido leñoso de la clave y la tonalidad del
falsete, comienza la increíble floración. Se abre ante nuestros ojos una flor con
pétalos enormes que despide la fragancia inaudita de las cosas sin importancia.
Antes de morir la flor emociona, dejándonos extasiados y con ganas de más.
Pequeños placeres de botánicos del montón. Felices momentos intangibles que
brotan abonados por el estiércol y que sólo son reales para aquel afortunado que
los ha querido encontrar.
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