Algo llamó
mi atención durante mi estancia entre los
pouerpoinis, fue aquella misteriosa ceremonia por la que todos los miembros
de la tribu, vestidos de árboles, flores o animales, desfilaban uno a uno ante
el chamán, quien impartía órdenes con un roedor muerto en la mano, mientras
sonaba una hipnótica música de flauta. Al concluir el rito, los partícipes rogaban
que una divinidad, para mi desconocida, apartara de ellos su ira.
Amuleto pouerpoini
De nuevo me
encontré con esta deidad subiendo el río Ucayali. Los jocosi son un pueblo feliz, o al menos lo aparentan. Desde su más
tierna infancia repiten habitualmente una sucesión de sonidos indescifrables, a
los que los demás responden con una carcajada, algo forzada a decir verdad,
como de compromiso. Dicho uso social tenía poco de cómico, en realidad pretendía
conjurar a un extraño dios que según los jocosi podía privarles de la verdadera
alegría.
Los vecinos
de los jocosi, los cuentoshini, rinden
también culto a un ídolo de esta misma divinidad. Es una especie de masa
informe colocada en un pedestal en el centro del poblado. En torno al ídolo los
cuentoshini se reúnen para que los chamanes les relaten, una y otra vez, antiguas
leyendas sobre fenómenos paranormales y sucesos extraños y paranoicos, con ello
pretenden complacer a este dios.
Ídolo cuentoshini
Más
intrincados en la selva habitan los psitopalanti.
Son adoradores de la misma deidad, a quien atribuyen poderes demoníacos. Como
medida de protección, jóvenes vírgenes comienzan un baile primario cuyos pasos,
repetidos una y otra vez, acababan siendo imitado compulsivamente por todos los
habitantes de la tribu, incluidos los más viejos, los llamados insersi. Hay quien opina que es precisamente
ese baile lo que los hace tan longevos. Sabía que me estaba acercando a algo peligroso
que inspiraba los más extraños ritos de la Amazonia. Reconozco que sentía miedo
de lo que pudiera descubrir, visto el pavor que despertaba este dios-demonio entre
los nativos.
Los psitopalanti bailando
En lo que
fueran hace siglos zonas pantanosas, junto al río Cohenga, se asientan los polveri. Es un pueblo constructor. En
todas sus edificaciones, de forma obsesiva, se emplea una especie de columna
baja, de fuste sinuoso y torneado, de aproximadamente un metro. Dentro de cada
una de las viviendas se dispone un altar para el culto de esta deidad demoníaca,
a la que los polveri llaman Balaustradi,
nombre con el que ha sido bautizada también su peculiar arquitectura.
Ejemplos de arquitectura balaustradi
Los tuitines, pueblo muy agresivo
verbalmente, después en el tú a tú no son nadie, tienen la creencia de que en
su territorio habita esta deidad maligna. Son por ello un pueblo engreído y
soberbio, al que muchos consideran maldito, de ahí que cubran su cara con
máscaras avatávicas, atávicas quería decir, que aseguran su anonimato. Disponen
de un lenguaje escrito muy escueto y rudimentario.
A fin de
descubrir el sancta sanctorum del terrible dios, bien pertrechados de espíritu
de aventura, emprendimos la ruta hacia su templo, guiados por un tuitín a quien
sobornamos con un router wifi. Nuestro guía infringió con ello el juramento
sagrado tuitín, castigado con la muerte. Después de tres días adentrándonos en
la selva, un templo de piedra negra apareció ante nuestros ojos, desprendía un
olor nauseabundo. El templo piramidal se encontraba en un claro, como si repeliera
la vegetación. Ningún ave sobrevolaba el templo, no se escuchaban animales, ni siquiera
el zumbido de un mosquito. Nuestro guía tuitín salió huyendo despavorido, poco
después lo hizo mi cámara y después mi señora, que fielmente me acompaña en mis
expediciones. Me quedé solo en mitad de la verde nada, lleno de pavor (y
preocupación por mi señora, pues no me fiaba un pelo del cámara, si bien ponía
la mano en el fuego por mi esposa).
En cuanto
pisé el primer escalón del negro templo algo me detuvo, un muro invisible me
impedía avanzar. Vino a mí una especie de ensoñación, una visión más bien, que oscurecía
mi razón. Por mi mente pasaban ideas absurdas que me llevaron finalmente a la
iluminación. Sentía que el dios con forma de masa informe estaba allí y que
dominaba también mi mente, desde siempre. Este espíritu maligno habitaba en mí,
habitaba en todos. Movía lo más inútil de nuestro intelecto, sus más bajas
esferas. Esta deidad era el origen de todo pensamiento inútil que se expande
como una plaga, de toda creación artística insulsa. Era el origen de los
chistes malos, es decir, de casi todos los chistes (siempre me pregunté quién
los inventaba); de esa masa informe emanaban las leyendas urbanas (como la del
perro, la Nocilla, la niña y Ricky Martin); los bailecitos (los pajaritos y la macarena
incluidos); las risas grabadas de las comedias de situación y las palmas promovidas
artificialmente en los debates televisivos; las frases famosas que repiten los
tenderos; los powerpoints; la arquitectura de fin de semana de los neoricos;
los #hastags de moda (sobre reyes que cazan elefantes y petroleras expropiadas);
las canciones del verano (y algunas del otoño, del invierno y la primavera); los
juguetes absurdos que se ponen de moda entre los niños; los montajes
fotográficos; los reportajes de boda; los talleres de manualidades.... es
decir, todos los frutos de nuestra imaginación primitiva, cuasi-animal, del
primigenio impulso creativo que creíamos extinguido desde la irrupción del arte
rupestre. Sólo estos pueblos de la Amazonia, con sus extraños ritos, se encuentran
libres de esta maldición, del infierno terrible del SUBPOP.
gran crónica de un viaje a los infiernos. Ahora a encontrar financiación para un viaje que nos descubra el origen del regaeton. Yo creo que lo inventó el demonio, pero bueno, es mi opinión. Salud
ResponderEliminarMuchas gracias Tirso.
EliminarEl demonio del reguetón, si habita en las cálidas costas donde me sospecho, tiene un viajecito. Ahora mismo me sacrificaba yo en nombre de la antropología, con un poco de suerte tardaba un par de meses en encontrarlo.